jueves, 29 de mayo de 2014

La masacre de Flores

En el año 1994 en una vivienda ubicada en la calle Baldomero Fernández Moreno ocurrió un hecho conocido como “La masacre de Flores”. La vivienda fue prendida fuego con todos sus integrantes en el interior de la misma y como consecuencia murieron cinco personas.



El responsable de este hecho es un español llamado Fructuoso Alvarez González. La madrugada del 17 de febrero se acercó a la casa de la familia Bagnato con un bidón lleno de combustible. Inició el fuego en diferentes puntos como así también en el frente de la vivienda, dejando sin escapatoria a los que se encontraban adentro. Y luego se escapó en un auto.

En el incendio murieron cinco personas: José Bagnato (42 años); Alicia Plaza de Bagnato (40), su esposa; Fernando (14) y Alejandro (9), sus hijos y Nicolás Borda (11), un amigo de los chicos que se había quedado a dormir la noche anterior. El único sobreviviente fue el hijo mayor de la familia, Matías Bagnato de 16 años en ese tiempo.




Quedaron todos atrapados puesto que había fuego por doquier. Matías cuenta que en ese momento se despertó con sensación de ahogo y en medio de las llamas se tiró por la ventana de su habitación. Fue el único que pudo escapar.

 
El testigo fue un vecino que estaba en la vereda fumando un cigarrillo y vio a Fructuoso cuando se iba en el auto.

 
Si nos alejamos por un momento de la crónica policial, podemos decir que la casa ubicada en Baldomero Fernández Moreno 1906 se encuentra en el barrio de Parque Chacabuco, sin embargo la tragedia se conoce como “Masacre de Flores”. De todas maneras es un dato superfluo que aporta poco y nada. Por lo cual, continuemos con el relato de lo sucedido.


Fructuoso Alvarez González provocó el incendio porque, según él, la familia Bagnato se había negado a devolverle alrededor de 200 mil pesos que le debían.

 
Este personaje nació en Asturias en 1960. Un año después se trasladó a la Argentina con toda su familia. En la época que cometió el crimen era dueño de agencias de autos. Con José Bagnato eran socios de una fábrica de zapatos y había un vínculo familiar ya que era pareja de una prima de Alicia Plaza. Según se dice, también tenía un prostíbulo llamado Casandra. Vemos que se manejaba en diferentes y amplios rubros.

 
Antes del asesinato, el asturiano le reclama el dinero a la madre de Alicia, que es contadora, e intentó hacerle firmar un poder para quedarse con la fábrica. Al no lograrlo, la agredió, le pegó y abusó de ella. Por ese motivo la madre de Alicia radicó una denuncia en la policía. A partir de allí comenzó a amenazar a toda la familia. Y como no consiguió que retirasen la acusación ni tampoco cobrar la deuda de los 200 mil pesos, cegado de odio decidió vengarse.

 
Fue condenado a cadena perpetua en noviembre de 1995. En 2004 logró un beneficio de un acuerdo de intercambio de presos y fue extraditado a España para completar la pena allí, pero en 2008, por un error judicial, lo liberaron.



Álvarez González pudo quedar libre falsificando la información proporcionada a los jueces españoles. Y es que en la documentación presentada se indicaba que estaba preso desde 1991 en lugar de 1994, su ingreso real en la cárcel. En 2008 regresó a la Argentina con documentos falsos y vivía como un habitante común. Además, cada tres meses viajaba a Uruguay y volvía a entrar en Argentina para obtener un nuevo visado de turista.
 
Desde entonces, Matías Bagnato volvió a ser víctima de amenazas y todo tipo de intimidaciones por parte del hombre que mató a su familia. Cuando se dio cuenta que el asturiano había quedado libre por un error judicial, radicó la denuncia. Fue entonces cuando la policía comenzó una nueva investigación.


 
Un año y medio después de que volvieran las amenazas sobre Matías, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) allanó una casa en Tortuguitas donde tenían el dato que se escondía Fructuoso Álvarez González. Lo encontraron oculto en un falso techo. El lugar estaba perfectamente acondicionado para pasar desapercibido y subsistir a los allanamientos. Lo detuvieron y lo llevaron a la Unidad 28 del Servicio Penitenciario Federal.



El asesino múltiple de "la masacre de Flores" volvió a la cárcel pero aún espera que la justicia defina cómo terminará de cumplir la pena.




La realidad es que tendría que haber estado preso en España al menos durante 25 años, la pena mínima para los condenados a cadena perpetua.

Dato curioso:
Matías Bagnato en 2002 participó del programa “Gran Hermano” en la versión argentina donde fue finalista.




miércoles, 21 de mayo de 2014

La gente pálida

Hacia 1980 se publica el libro de cuentos "Queremos tanto a Glenda" de Julio Cortázar. En esta recopilación aparece un relato llamado "Texto en una libreta". Todo la historia acontece en la línea A de subterráneo de Buenos Aires, que en ese entonces (durante los años cuarenta, año del relato) recorría sólo de Primera Junta a Plaza de Mayo.

De qué va el cuento... bueno en sí tiene muchos matices y análisis que abordar, intentaré acercarme a una de las interpretaciones.
"Es bien posible que algo haya terminado por delatarme, y que ellos ya sepan por qué paso tantas horas en el subte, así como yo los distingo inmediatamente entre la muchedumbre apretujada de las estaciones. Son tan pálidos, proceden con tan manifiesta eficiencia; son tan pálidos y están tan tristes, casi todos tan tristes."

Quien narra el suceso nos dice que un amigo le cuenta lo siguiente: los trabajadores del subte comienzan a realizar una tarea tan ardua como superflua. Ello consiste en realizar un control de pasajeros donde llevan 
la cuenta exacta de las personas que diariamente utilizan el servicio dentro de una semana.

Durante los días que realizan esta tarea, los encargados del control comienzan a notar diferencias entre el número de pasajeros que entran y los que salen. La cantidad de los que emergen a la superficie algunos días es menor y otros días es mayor. Dado que esto comienza a ser cada vez más notable, refuerzan el personal dedicado al control pero sin lograr una explicación adecuada. Algo sucede con aquellos que descienden al subsuelo.
"Esto pasaba en 1946 o a comienzos del 47. En los meses que siguieron me tocó viajar mucho en el Anglo; [...] me sorprendía irónicamente mirando a la gente que me rodeaba en los asientos o se colgaba de las manijas de cuero como reses en los ganchos. Dos veces, en la estación José María Moreno, me pareció irrazonablemente que algunas gentes [...] no eran simples pasajeros como los demás. Un jueves por la noche en la estación Medrano, […] me pareció que la muchacha casi dormida en el segundo banco del andén no estaba ahí para esperar el tren ascendente. En realidad subió al mismo coche que yo, pero solamente para bajar en Río de Janeiro y quedarse en el andén como si dudara de algo, como si estuviera tan cansada o aburrida."

El narrador intrigado por saber qué pasa con aquellas personas que no vuelven a aparecer, y al notar comportamientos extraños de algunos pasajeros, comienza a perpetrar una investigación por su propia cuenta. Escribe un informe de todo lo que va viendo a lo largo de su exploración. Entre el ir y venir de muchas noches en el subte, luego de descartar sucesivas posibilidades, alcanza a concluir como única posibilidad que hay gente que nunca sale de allí porque viven en el subte, en los vagones, moviéndose constantemente de una estación a otra.
Esto puede resultar perfectamente posible siempre y cuando la investigación se limite a las horas donde las puertas se encuentran habilitadas al público. Pero ¿qué sucede durante la noche cuando cierran las rejas de las estaciones?

Logra descubrir cómo viven y detecta que ellos acostumbran dormir en los asientos y sólo por períodos cortos. Van cambiando de un tren, se bajan en una estación e inmediatamente suben al otro. Así durante toda la jornada. Luego de estar muy cerca de presenciar el suicidio de una mujer (perteneciente a los pálidos) empieza a tener miedo de bajar y seguir indagando.
"En estos días llego apenas a la boca de Lima, que es mi estación, huelo ese olor caliente, ese olor Anglo que sube hasta la calle; oigo pasar los trenes. Entro en un café y me trato de imbécil, me pregunto cómo es posible renunciar a tan pocos pasos de la revelación total."
El narrador es atacado por una angustia muy grande. Comienza a tener miedo de bajar al Anglo. Intuye que los pálidos comenzaron a reconocerlo y que ya conocen el motivo por el cual él deambula tanto por el subte. Es por eso que ni siquiera se anima a volver a pisar las escaleras, ingresar un cospel y cruzar el molinete. Mucho menos tiene la intención de volver a mezclarse entre ellos. Siente que el miedo le aprieta el pecho y le estruja el estómago. Sólo él conoce esta verdad, y no sabe si alguien será capaz de creer y entender su teoría.

Hasta aquí el cuento de Cortázar. No comento el final para que cada uno lo descubra por sí mismo.

Tal vez no me equivoque al decir que en el cuento nos encontramos con retazos de existencialismo, donde los hombres pálidos se ven empujados al subsuelo por la angustia que les genera su propio ser. Se muestran con una mirada desencantada del mundo.  Es por eso que se refugian para intentar descubrir su ser en una sociedad limitada y reducida, con sus propias reglas y costumbres. 

Hoy el subte de la línea A es completamente distinto, ya ni siquiera sobreviven aquellos viejos trenes de madera, y hasta agregaron nuevas estaciones. A lo mejor los pálidos han aumentado en su número puesto que tienen mayor espacio para transitar y moverse, o quién sabe han desaparecido entre los túneles oscuros e intransitables. Sea como fuere, todo esto ha hecho cambiar para siempre mi manera de viajar en la línea A.

Bibliografía:
- CORTÁZAR, Julio. Texto en una libreta. En: Queremos tanto a Glenda. Alfaguara, 2013.


lunes, 12 de mayo de 2014

Del viejo hospicio sólo quedó la iglesia

En el barrio de Monte Castro durante los primeros años de la década del ’20 empezó a funcionar el Instituto de Salud Mental Open Door (puertas abiertas). Se trataba de un sanatorio para el tratamiento de enfermedades mentales, pero no era un sanatorio cualquiera. Como su nombre lo indicaba no tenía puertas ni muros exteriores, y se podía circular libremente por todo el lugar. 

Antigua foto del lugar
 
El instituto, que luego pasó a llamarse Instituto Modelo de Frenopatía "Colonia Open Door", abrió sus puertas en el año 1925. Era un enorme predio de 7,5 hectáreas de un hermoso terreno con arboledas, parques muy cuidados y calles internas, el cual estaba ubicado entre las calles Santo Tomé, Bermúdez, Lascano y Benito Juarez.

Plano actual de la zona


Las casas donde vivían los internados estaban constituidas por edificios con aspecto familiar, completamente distante de los asilos cerrados que estamos acostumbrados a ver. En el predio estaba la capilla de la cual en su momento se hicieron cargo las Hermanas Franciscanas de la Natividad de Nuestra Señora.


Para muchos vecinos de la actualidad, este establecimiento quedó en la memoria simplemente como "el loquero". Los comentarios más frecuentes que suelen escucharse por la zona son del tipo: "Allí donde está la iglesia, antiguamente había un manicomio". Sin embargo prestigiosos especialistas de la época escribieron resaltando la labor del Instituto Open Door en la recuperación de los enfermos mentales.

Funcionó hasta el año 1958. Cuando cerró la colonia, se sucedieron una serie de remates a lo largo de dos años en los cuales fue desarmándose de a poco. Se dice que la gente que vivía en lugares aledaños se apropió de ladrillos de los edificios, y muchas casas de ese tiempo tienen elementos que pertenecieron a estas construcciones tan destacadas.
De aquel lugar no quedó nada salvo la capilla y la arboleda de la plaza Monseñor Lafitte.


La capilla del hospicio en 1928 se convierte en parroquia, y pasa a llamarse parroquia San Pedro Apóstol, los arreglos fueron financiados por Emilio Lamarca. De su arquitectura original se le agregó un atrio. Hoy se ven mejoras en su interior con respecto a la antigua nave, y también mantiene muchas características particulares de la década del 20.

Curiosamente las iglesias (entendiendo a su vez a la iglesia como institución) sobreviven a casi todo, al paso del tiempo, a los derrumbes, a las crisis.


De aquella enorme urbanización destinada a curar la mente de quienes ingresaban, lo único que se mantuvo en pie fue la iglesia San Pedro Apóstol.