miércoles, 21 de mayo de 2014

La gente pálida

Hacia 1980 se publica el libro de cuentos "Queremos tanto a Glenda" de Julio Cortázar. En esta recopilación aparece un relato llamado "Texto en una libreta". Todo la historia acontece en la línea A de subterráneo de Buenos Aires, que en ese entonces (durante los años cuarenta, año del relato) recorría sólo de Primera Junta a Plaza de Mayo.

De qué va el cuento... bueno en sí tiene muchos matices y análisis que abordar, intentaré acercarme a una de las interpretaciones.
"Es bien posible que algo haya terminado por delatarme, y que ellos ya sepan por qué paso tantas horas en el subte, así como yo los distingo inmediatamente entre la muchedumbre apretujada de las estaciones. Son tan pálidos, proceden con tan manifiesta eficiencia; son tan pálidos y están tan tristes, casi todos tan tristes."

Quien narra el suceso nos dice que un amigo le cuenta lo siguiente: los trabajadores del subte comienzan a realizar una tarea tan ardua como superflua. Ello consiste en realizar un control de pasajeros donde llevan 
la cuenta exacta de las personas que diariamente utilizan el servicio dentro de una semana.

Durante los días que realizan esta tarea, los encargados del control comienzan a notar diferencias entre el número de pasajeros que entran y los que salen. La cantidad de los que emergen a la superficie algunos días es menor y otros días es mayor. Dado que esto comienza a ser cada vez más notable, refuerzan el personal dedicado al control pero sin lograr una explicación adecuada. Algo sucede con aquellos que descienden al subsuelo.
"Esto pasaba en 1946 o a comienzos del 47. En los meses que siguieron me tocó viajar mucho en el Anglo; [...] me sorprendía irónicamente mirando a la gente que me rodeaba en los asientos o se colgaba de las manijas de cuero como reses en los ganchos. Dos veces, en la estación José María Moreno, me pareció irrazonablemente que algunas gentes [...] no eran simples pasajeros como los demás. Un jueves por la noche en la estación Medrano, […] me pareció que la muchacha casi dormida en el segundo banco del andén no estaba ahí para esperar el tren ascendente. En realidad subió al mismo coche que yo, pero solamente para bajar en Río de Janeiro y quedarse en el andén como si dudara de algo, como si estuviera tan cansada o aburrida."

El narrador intrigado por saber qué pasa con aquellas personas que no vuelven a aparecer, y al notar comportamientos extraños de algunos pasajeros, comienza a perpetrar una investigación por su propia cuenta. Escribe un informe de todo lo que va viendo a lo largo de su exploración. Entre el ir y venir de muchas noches en el subte, luego de descartar sucesivas posibilidades, alcanza a concluir como única posibilidad que hay gente que nunca sale de allí porque viven en el subte, en los vagones, moviéndose constantemente de una estación a otra.
Esto puede resultar perfectamente posible siempre y cuando la investigación se limite a las horas donde las puertas se encuentran habilitadas al público. Pero ¿qué sucede durante la noche cuando cierran las rejas de las estaciones?

Logra descubrir cómo viven y detecta que ellos acostumbran dormir en los asientos y sólo por períodos cortos. Van cambiando de un tren, se bajan en una estación e inmediatamente suben al otro. Así durante toda la jornada. Luego de estar muy cerca de presenciar el suicidio de una mujer (perteneciente a los pálidos) empieza a tener miedo de bajar y seguir indagando.
"En estos días llego apenas a la boca de Lima, que es mi estación, huelo ese olor caliente, ese olor Anglo que sube hasta la calle; oigo pasar los trenes. Entro en un café y me trato de imbécil, me pregunto cómo es posible renunciar a tan pocos pasos de la revelación total."
El narrador es atacado por una angustia muy grande. Comienza a tener miedo de bajar al Anglo. Intuye que los pálidos comenzaron a reconocerlo y que ya conocen el motivo por el cual él deambula tanto por el subte. Es por eso que ni siquiera se anima a volver a pisar las escaleras, ingresar un cospel y cruzar el molinete. Mucho menos tiene la intención de volver a mezclarse entre ellos. Siente que el miedo le aprieta el pecho y le estruja el estómago. Sólo él conoce esta verdad, y no sabe si alguien será capaz de creer y entender su teoría.

Hasta aquí el cuento de Cortázar. No comento el final para que cada uno lo descubra por sí mismo.

Tal vez no me equivoque al decir que en el cuento nos encontramos con retazos de existencialismo, donde los hombres pálidos se ven empujados al subsuelo por la angustia que les genera su propio ser. Se muestran con una mirada desencantada del mundo.  Es por eso que se refugian para intentar descubrir su ser en una sociedad limitada y reducida, con sus propias reglas y costumbres. 

Hoy el subte de la línea A es completamente distinto, ya ni siquiera sobreviven aquellos viejos trenes de madera, y hasta agregaron nuevas estaciones. A lo mejor los pálidos han aumentado en su número puesto que tienen mayor espacio para transitar y moverse, o quién sabe han desaparecido entre los túneles oscuros e intransitables. Sea como fuere, todo esto ha hecho cambiar para siempre mi manera de viajar en la línea A.

Bibliografía:
- CORTÁZAR, Julio. Texto en una libreta. En: Queremos tanto a Glenda. Alfaguara, 2013.


1 comentario :

  1. Muy buena la reflexión sobre el cuento. Realmente hay un trazo de existencialismo interesante.
    Un abrazo

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