domingo, 28 de diciembre de 2014

Masacre de Floresta


La crisis

Corría el mes de diciembre del año 2001. El país se caía literalmente a pedazos como resultado de una crisis financiera y política causada por el endeudamieto exterior, llevada por medidas como El blindaje o El Megacanje.
Frente a esta situación, los grandes inversionistas comenzaron a retirar sus depósitos de los bancos y, en consecuencia, el sistema bancario colapsó.

Las cifras de desempleo eran escalofriantes, las cuales superaban el 18%.
A su vez, para evitar una mayor fuga de capitales, el 2 de diciembre el ministro de economía Domingo Cavallo, anunciaba una nueva política económica que imposibilitaba extraer dinero de los bancos, lo que se denominó popularmente como Corralito.

A partir de esta crisis surgió un estallido social sin precedentes en el país.
La noche del 19 de diciembre, el entonces presidente Fernando De la Rúa declaraba por Cadena Nacional el estado de sitio en todo el territorio. Las calles eran un caos absoluto. Manifestaciones, saqueos, piquetes y cacerolazos. Se escuchaba en cada rincón el lema popular: "¡Que se vayan todos!".

Como respuesta a estos hechos el estado acechó con una violenta represión causando más de 39 muertos en todo el país. La policía llegó a reprimir incluso a las Madres de Plaza de Mayo, con la caballería.
De esta crisis no se salvó casi nadie. Desde la clase media hasta los sectores más pobres. Todos se vieron afectados, directa o indirectamente.

El 20 de diciembre, De la Rúa mediante Cadena Nacional, realizó un pedido de ayuda a la oposición y otros sectores. Pedido que fracasó y finalmente lo llevaron a renunciar a la presidencia, saliendo de la Casa Rosada en un helicóptero.

El 23 asumía a la presidencia Adolfo Rodriguez Saá del partido opositor. Entre aplausos y festejos anunciaba la suspensión del pago de la deuda externa, y la promesa de reintegrar el dinero sustraído a los ahorristas. A los seis días renunciaba a su cargo.

La masacre

En ese contexto, en la madrugada del 29 de diciembre, dentro del minibar de la estación de servicio de Gaona y Bahía Blanca, barrio de Floresta, se encontraban cuatro muchachos sentados alrededor de una mesa tomando una cerveza. Como tantas otras veces se habían juntado a charlar y tomar algo en esa esquina.

Se ubicaron según fueron llegando. Los primeros en llegar fueron Maxi, Cristian y Adrián. El último fue Quique, quien trabajaba en la gomería de enfrente, y se ubicó al lado de la puerta.

En la tele estaban mostrando imágenes de los enfrentamientos entre policías y manifestantes que sucedían en Plaza de Mayo. Uno de los chicos al ver que un grupo de manifestantes golpeaba a un policía, dijo en voz alta: "Por fin le tocó a uno de ellos. Esto es por lo que hicieron la semana pasada".

En ese mismo bar se encontraba un policía retirado de la Federal, el suboficial Juan de Dios Velaztiqui, quien estaba trabajando como custodio. Estaba vestido de civil.

Cuando el ex policía Velaztiqui escuchó los comentarios que hacían los pibes, se enojó y reaccionó. Dijo ¡Ya basta! Fue lo único que se lo escuchó decir. Inmediatamente sacó su arma y comenzó a disparar a sangre fría.

Primero se paró al lado de Maxi y le tiró en la sien. Luego le disparó a Cristian en la nuca. Y por último le pegó un tiro en el estómago a Adrián. Quique pudo escapar, al estar cerca de la puerta se levantó y salió corriendo por Bahía Blanca. Corría con el vaso aún en la mano.

Cristian y Maxi murieron en el acto, mientras que Adrián, falleció a la mañana siguiente en el Hospital Alvarez producto de las múltiples heridas que le había provocado la bala que impactó en su estómago.

Y los arrastró a la calle de los pies.

Luego de cometer la masacre, Velaztiqui arrastró los cuerpos de Maxi y Cristian hacia la calle. Y dejó un cuchillo al lado de los cuerpos, para simular un intento de robo. Adrian había quedado tirado al lado del mostrador de golosinas, aún con vida.

Sandra Bravo, encargada del bar de la estación de servicio, que se había tirado al piso, se levantó y le gritó a Velaztiqui: "Hijo de puta, me mataste a los pibes".

Posteriormente, el asesino fue hasta un teléfono público y con total frialdad, llamó él mismo a la comisaría. Y en seguida con tranquilidad se sentó en su auto con la puerta abierta esperando a la policía.

Los chicos de Floresta

Cristian Gómez, tenía 25 años. Le decían “Gallego”. Tocaba el bajo en su banda de rock llamada “La Gaucha”. Amaba la música y era fanático de Los Redonditos de Ricota.

Maximiliano Tasca, tenía 25 años. Hincha fanático de Boca Junior. El 17 de diciembre de 2001 terminó la Licenciatura en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. Sólo le faltaba dar la tesis.

Adrián Matassa, tenía 23 años. Terminó la secundaria en el Mariano Moreno con diploma de Honor. Estudiaba medicina. Hincha fanático de Boca Junior.


El chacal

Juan De Dios Velaztiqui, tenía 61 años en el momento de la masacre. El dueño del local lo había contratado para custodiar el bar como protección por los saqueos que sucedían por todos lados.

En el juicio oral realizado en 2003, Velaztiqui fue condenado a la pena de prisión perpetua por el Tribunal Oral en lo Criminal, que lo halló responsable de "homicidio calificado por alevosía".

Durante el tramo final de la audiencia oral y pública, el ex policía dijo: "Agradezco la labor del equipo del defensor oficial y pido perdón a Dios Todopoderoso, a mi esposa, hijos, nietos y a la institución Policía Federal por mi fracaso y desgraciada actuación", lo cual fue repudiado por los familiares de las víctimas.

Desde el 5 de agosto de 2012, Velaztiqui, por el beneficio del arresto domiciliario, que la justicia otorga a los mayores de setenta, cumple condena en la casa de su hija en la localidad de Berazategui.

Documental

En el 2003, el director Diego H. Ceballos realizó una película documental llamada “Fusilados en Floresta”.

Música en honor a los pibes

En el año 2006 la banda de rock uruguaya No Te Va Gustar edita el disco "Todo es tan inflamable" en el cual incluyen el tema "El oficial".

NTVG - El oficial (DVD TAN)


Fotos
Se cumplen trece años de la masacre que quedó grabada para siempre en la memoria del barrio de Floresta.




Escultura ubicada en la plaza de Gaona y Gualeguaychú


martes, 23 de diciembre de 2014

LA FIESTA


Cuento:

“El que no está en la lista no va a entrar”. Esta es la frase que resume todo el recorrido infortunado de la noche de viernes.

Todavía el sol ardía con fuerza sobre la estación de Burzaco. Eran las siete de la tarde y Walter esperaba paciente el tren que lo llevaría hacia el centro de la ciudad. En condiciones normales estimaba que en dos horas llegaría a la casa de Alan en Villa Urquiza. En el andén contrario la gente parapetada ansiaba volver a sus hogares y comenzar a disfrutar del fin de semana que estaba comenzando. En cambio Walter quería que esa noche de viernes se convirtiera en una despedida de año descomunal. La fiesta de la empresa era el motivo perfecto para lograr tal aspiración.

Tenía planeado reunirse con sus amigos y de allí salir todos juntos hacia el lugar donde se realizaba la fiesta. El horario pautado era a las nueve de la noche en el centro operativo de Alan. Walter llegó puntual. El siguiente en llegar fue Joaquín. Cinco minutos más tarde cayó Mario, traía el casco en sus manos dado que había llegado hasta allí en moto. Los últimos en sumarse fueron Zacarías y Nicolás, que venían desde la zona de Boedo en el auto de Zacarías.

–Vamos a buscar dos taxis y nos dividimos.Tres en cada auto. –Añadió Alan.
–Hasta San Isidro tendrán que pagar el viaje de ida y vuelta. –Era el primer taxi que intentaban tomar.
–No, gracias. Vamos a buscar otro.

Jamás habían escuchado que un taxi les pidiera pagar pasaje doble por el sólo hecho de salir de Capital hacia Provincia. El evento tenía lugar en el Hipódromo de San Isidro. Para su sorpresa, en sucesivos intentos fueron recibiendo el mismo tipo de indicación.

Finalmente Walter encontró un vehículo que sólo les cobraba un porcentaje sobre el importe total. Puede decirse que este fue el primer obstáculo que tuvieron que sortear.
El recorrido no tuvo mayores sobresaltos que pudieran tornar la distancia como un impedimento. En el primer coche estaban Nicolás, Walter y Joaquín. En el segundo iban Zacarías, Alan y Mario.

En la puerta del Hipódromo los espera Fernando. Éste había llegado conduciendo su propio auto.

Cada uno tenía su correspondiente entrada. No estaban de improvisto en ese lugar, pero es cierto que sabían que no estaban inscriptos como invitados, ya que trabajaban para esa empresa pero de forma tercerizada. No habían planeado ninguna coartada previa para resolver a la hora de ingresar a la fiesta. Esto fue lo que complicó todo.

La entrada del lugar tenía una escalera amplia de color blanco. En los primeros peldaños se encontraban dos personas de seguridad vestidos con el uniforme correspondiente. Estos cumplían el primer filtro y controlaban que ninguna persona ingresara equivocadamente. Ellos preguntaron, ¿A qué evento vienen, señores? Al evento de la empresa C, contestó alguno, y mostraron sus entradas. Entonces los dejaron continuar.

Luego de las escaleras aparecía un hall de entrada, donde se encontraba una especie de atrio con dos mujeres haciendo las veces de recepción.
Alan era el primero de la fila. Lo seguían Fernando y Mario.
–Nombre y apellido, por favor. –Vociferó una de las recepcionistas del lugar.
–Santiago Vlansa. –Fue el primer nombre que se le vino a la cabeza a Mario cuando vio que los demás estaban teniendo complicaciones para ingresar. Había escuchado que le dijeron a Alan, mitad en broma y mitad enserio que no iba a entrar. Entonces creyó que ese nombre se encontraría en la lista de invitados, pero no fue así.
–¿Santiago cuánto? –Volvió a preguntar la recepcionista, mirando la hoja que tenía en sus manos.
–Vlansa. Con “v corta” y “s”.
–Disculpame pero no estás anotado… de todas maneras pasá igual.

Nicolás estuvo rápido e indicó el apellido de una persona que seguro estaría en la lista.
–García.
–¿Y el nombre?
–Alberto.
–Muy bien, adelante Alberto.

Uno a uno fue ingresando. Los últimos que quedaban eran Zacarías, Joaquín y Walter.
Zacarías y Joaquín dijeron sus nombres reales a las personas de la recepción. Dado que estaban ausentes en la lista, comenzó a formarse un pequeño alboroto en el ingreso. En ese instante se acercaron dos hombres y por detrás una mujer vomitando prepotencia. Al ver que estos no estaban anotados, comenzó a aullar: el que no está en la lista no entra. Era una mujer visiblemente dotada de unos pechos de grandes dimensiones. En lugar de darle el brutal apodo de Adelaida, estuvieron de acuerdo en llamarla la tetona.

Ante tal avasallamiento Zacarías y Joaquín tuvieron que separarse de la fila y resignarse a un costado. En ese momento la tetona divisó la presencia de Walter, y sin tapujos lo señaló y chilló como una loba sedienta de fluidos corporales: A vos si te conozco, vos sí podés pasar, dale entrá.Walter entró caminando lentamente, casi con vergüenza por la escena que estaba presenciando. Dos de sus amigos no pudieron si quiera asomar un pie en el lugar, y a él lo hacían entrar inmediatamente sin pretextos.
Ser rubio y tener ojos claros te brinda beneficios muchas veces impensables, fue lo que pensó Joaquín al ver lo que acababa de ocurrir.

Atiborrado de bronca Alan se paró al lado de la tetona y cruzándose de brazos comenzó a decir: yo tampoco estoy en la lista y sin embargo pude entrar sin dificultades. Esto hizo enardecer mucho más a la tetona. Por lo que hizo llamar a uno de sus guardas y le pidió que le retirasen la pulsera que Alan tenía puesta. Esta pulsera había sido dada en el ingreso. A lo que Alan dijo, no hace falta, me la saco yo mismo. Tomá, acá la tenés.

Lo peor de todo era que la persona de seguridad había visto cientos de veces ingresar a Alan en la empresa. Pero en esta ocasión hacía la vista gorda.
Los tres rezagados tuvieron que alejarse unos metros de la entrada, a la vista de todos los que estaban ingresando. Fueron tratados como tres pordioseros que buscaban meterse en una propiedad privada.

–¿Te fijas si hay alguien que pueda hacernos entrar? –Fue lo que Alan le indicó a Walter por celular.
–Estoy en eso. Dejame que busco a alguien de peso para que resuelva este quilombo.

Se ilusionaron al ver a Walter acercándose con Matías, uno de los gerentes del área de sistemas. Desde lejos veían cómo la tetona con aires de superioridad prepoteaba a Matías, y éste se dejaba intimidar.Finalmente, el de mayor cargo, sólo atinó a encogerse de hombros y simplemente decir, sí, tenés razón.

Rendidos y sin esperanzas, agacharon la cabeza y se fueron mascullando inútiles insultos.El resto del grupo de amigos estaba adentro buscando la forma de que pudieran entrar. Pero cada intento fue inútil para lograrlo.

–Tengo una bronca bárbara viejo, nunca en mi vida me pasó algo así.
–Ya está, vámonos a otro lado.
–Es cierto, la noche recién empieza. No nos vamos a amargar por esto.
–Armaría bardo en este mismo momento, pero no tiene sentido porque el lunes hay que volver al laburo y tal vez se pudre todo.

Los tres bajaron las escaleras que conducían a la salida, y cruzaron la calle.Parados en la tierra esperaban al resto de sus amigos. Zacarías encendió un cigarrillo, fumaba y hablaba por teléfono con Fernando, quien le decía que entraran, que esta vez los dejarían pasar, que la tetona ya no estaba en la puerta.

Sin embargo en ese momento Joaquín vio desde enfrente cómo un petiso se acercaba hacia las personas de seguridad y mirándolos a ellos tres gesticulaba haciendo entender que esos que estaban parados sobre la tierra no tenían el ingreso permitido.

Los que estaban adentro salieron de la fiesta masticando impotencia y sobriedad. Alguien alcanzó a decir, jamás imaginé que saldría de esta fiesta sin un mínimo rastro de inconsciencia.
Otro comentó: –Les digo la verdad, no se perdieron de nada. La comida estaba rancia, no había nada para tomar, y las minas, para qué les voy a contar, ni una sola linda.
Entre todos se cruzaron miradas cómplices y largaron carcajadas al aire.

Caminaron hasta la entrada principal del Hipódromo, mientras seguían discutiendo cómo pudo pasar todo, no le encontraban explicación.
Llamaron a dos taxis y emprendieron el regreso a Villa Urquiza. Fernando retornó a su casa en su auto, y el resto se ubicó en cada uno de los taxis en el mismo orden en que habían llegado.La idea era ir a un bar a tomar unas cervezas y a comer algo. Alan indicó un lugar llamado Plan B, lugar que conocía bien por haber ido muchas veces.

Llegaron al lugar con zozobra, y vieron ante sus narices las puertas cerradas. ¡Qué clase de bar lleva el nombre de “Plan B” y se da el lujo de cerrar un viernes por la noche!

–Muchachos no caigamos en un pesimismo absoluto. Yo conozco un lugar en Colegiales, se llama Alimme. Vamos para allá que la rompemos. –Dijo Zacarías.

Estuvieron todos de acuerdo en ir a ese sitio. Mario se puso el casco y subió a su moto. El resto se trasladó en el auto de Zacarías. Casi llegando al lugar, notaron que todas las luces de la zona estaban apagadas, toda la cuadra era una oscuridad imperiosa. Siguieron andando por las penumbras de ese barrio, en la cuadra siguiente precisamente quedaba el bar Alimme. Por supuesto tenía todas sus luces extintas y la gente parapetada en la puerta sin poder entrar. Volvieron a mirarse entre todos y largaron risotadas desbordadas.

Alguno llegó a decir: –Esta es la señal de que deberíamos resignarnos y concluir la noche acá. Ya está muchachos, cada uno a su casa.

–Yo no pienso rendirme, sigamos buscando otro lugar. –Dijo Alan.
–Está bien, sigamos buscando. Además tengo tanta hambre que me caigo redondo. –Acotó Joaquín.

Anduvieron recorriendo un par de vueltas más, hasta que finalmente dieron en el lugar indicado. Un bar de medio pelo, pero con luz, mesas libres y cerveza fría.

–Te pido dos cervezas. –Soltó Walter.
–Sólo tengo cerveza Quilmes. –El mozo del local era un tipo bajito de voz grave.
–No hay drama, a esta altura podemos tomar cualquier cosa.
–Muy bien, ya se las traigo.

Alan, que podía ver hacia la cocina, comentó: Miren al cocinero, ese tipo seguro nos pone algo adentro de la comida, tiene una cara muy extraña.
Cuando el mozo se acercó alcanzando los vasos, dijo: disculpen que les traiga estos vasos, son los únicos que tengo.

–Es lo de menos, podemos tomar hasta en vasos de cartón.

En ese momento Walter le pidió al mozo dos pizzas de muzzarela.
–No me van a creer, acabo de apagar el horno. Como sólo me pidieron cerveza pensé que no iban a comer. –El mozo bajito hablaba y sus interlocutores no sabían si hablaba en serio o en broma.

–¿De verdad apagaste el horno?
–Si, les pido mil disculpas.

Levantando un poco la cabeza Nicolás pudo ver que en la esquina de enfrente había una pizzería y propuso que fueran allí.

            –No te calentés, seguro está cerrado.
            –O peor aún, lo habrá clausurado Bromatología mientras nosotros estamos hablando.
            –No me importa, tengo un hambre que no puedo más. –Era la voz de Walter.– ¿Quién me acompaña a ver si está abierto el lugar?

Se levantó Alan y cruzaron enfrente.

           –¿Por qué hay tanta agua en la vereda, Alan?
           –No sé, tal vez se rompió un caño.
           –Me parece que no, che.

A medida que se fueron acercando, pudieron entender lo que estaba pasando.

           –¡Están baldeando la vereda!
           –Chicos, ya está cerrado. –Era una persona del local.

Volvieron donde estaban los demás. Precisamente al lado había otro bar y no dudaron en ir allí. Tomaron apresuradamente las cervezas. Mario pidió hacer fondo blanco. Se levantaron, Walter pagó y se fueron al bar de al lado.
Este lugar estaba mejor ambientado que el anterior. Se sentaron y al instante se acercó una moza un poco rellena. Lo primero que hicieron fue pedir dos cervezas y dos pizzas. La comida no tardó en llegar y comieron con fruición. Luego pidieron dos cervezas más y así fue como la noche fue cambiando de rumbo.

Cansados de tanto yirar, decidieron que ya era hora que cada uno volviera a su casa. Zacarías llevó primero a Alan, luego acercó a Joaquín, después llevó a Walter hasta la parada del colectivo 160. Por último acercó a Nicolás que vivía muy cerca de su casa.

Walter esperó largo rato el colectivo. Era de madrugada. Cuando pudo subir, supo que le esperaba un largo trecho.Ya cerca de las seis de la mañana, la lluvia llegó para limpiar todas las impurezas aprisionadas. Apenas terminó de bajar los pocos escalones que separaban el colectivo de la vereda, el cielo lanzó con furia gotas cristalinas. Intentó correr, apurarse y llegar a su casa tal vez sin mojarse demasiado. Corrió a lo largo de cinco cuadras. Pero el destino no estaba de su lado, se empapó totalmente y fue así como se desprendió de todo lo negativo. Adiós cansancio, adiós sueño, adiós desventura. Entró en su casa. Eran las seis y cuarto de la mañana. El sol volvió a salir y todo volvió a ser como antes.


martes, 26 de agosto de 2014

Año Cortázar 2014


A 100 años del nacimiento de Julio Cortázar.
Para conmemorar el centenario de su nacimiento, se organizó el Año Cortázar 2014: Cien años con Julio. Se trata de una serie de actividades en homenaje al escritor. Estas jornadas son una iniciativa conjunta del Ministerio de Cultura de la Nación, la Televisión Pública, la Biblioteca Nacional, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo del Libro y de la Lengua, el Palais de Glace y la Casa Nacional del Bicentenario.

Museo Nacional de Bellas Artes.
Exposiciones: Los otros cielos y Los fotógrafos: ventanas a Julio Cortázar
   Comenzó: 26 de agosto de 2014
   Finaliza: 28 de septiembre de 2014
Dirección: Av. Del Libertador 1473 | C.A.B.A.
Link: http://mnba.gob.ar/exhibiciones/los-otros-cielos

Biblioteca Nacional.
Jornadas Internacionales: “Lecturas y relecturas de Julio Cortázar”
   25, 26 y 27 de agosto. Auditorio Jorge Luis Borges
Dirección: Agüero 2502
Link: http://www.bn.gov.ar/evento/jornadas-internacionales-lecturas-y-relecturas-de-julio-cortazar

Palais de Glace.
Exposición: RompeCortázar / Relatos para armar
   Comenzó: 26 de agosto de 2014
   Finaliza: 21 de septiembre de 2014
Dirección: Posadas 1725
Link: http://www.palaisdeglace.gob.ar/

Casa Nacional del Bicentenario.
Exposición: JULIO CORTAZAR 1914-2014
   Comenzó: 22 de agosto de 2014
   Finaliza: 28 de septiembre de 2014
Dirección: Riobamba 985
Link: http://www.casadelbicentenario.gob.ar/25536/agenda-y-noticias/noticias/otros-julio-cortazar-1914-2014

Museo del Libro y de la Lengua.
Exposición: Rayuela. Una muestra para armar
   Comenzó: 12 de junio de 2014
   Finaliza: 31 de octubre de 2014
Dirección: Av. Las Heras 2555
Link: http://www.cultura.gob.ar/agenda/rayuela-una-muestra-para-armar/

Más información: http://www.cultura.gob.ar/ano-cortazar-2014-cien-anos-con-julio/

jueves, 21 de agosto de 2014

El Parque Rivadavia según Arlt


Durante los años ’30 Roberto Arlt trabajaba como periodista y escribía crónicas para el diario “El Mundo”. Allí publicaba periódicamente artículos literarios, los cuales formaron parte de la sección denominada “Aguafuertes Porteñas”. Se describían personajes de la vida cotidiana y temas simples, pero contados con mucha ironía, inteligencia y humor, donde cualquier ciudadano podía reconocerse dentro de estos relatos. Uno de ellos lleva el nombre de "Amor en el Parque Rivadavia", donde Arlt relata un suceso acaecido una noche mientras cruzaba por el Parque, volviendo a su casa a cenar.

Aquí va el artículo:

Amor en el Parque Rivadavia

   Si me lo cuentan no lo creo. En serio, no hubiera creído. Si yo no fuera Roberto Arlt, y leyera esta nota, tampoco creería. Y sin embargo, es cierto.
   ¿Cómo empezaré? Diciendo que la otra tarde, “una hermosa tarde”… Pero eso sería inexacto porque “una hermosa tarde” no puede ser aquella en que ha llovido. Tampoco era de tarde, sino de noche, bien anochecido, las ocho.
   Como contaba, había llovido. Llovió un rato, lo suficiente para lavar los bancos, humedecer la tierra y dejar los caminos de las plazas en estado pastoso.
   Más aún: llovió de tal manera que si usted si fijaba en los bancos de las plazas, comprobaba que conservaban frescas manchas de agua. No había banco que no estuviera mojado.
   Eran las ocho de la noche y yo cruzaba el Parque Rivadavia. No iba triste ni alegre, sino tranquilo y sereno como un ciudadano virtuoso. Alguna que otra pareja se cruzaba en mi camino y yo aspiraba el olor a los eucaliptos que flotaba en el aire embalsamándolo dulcemente, o mejor dicho acremente, pues el olor de los eucaliptos deriva del alquitrán que contienen, y el olor del alquitrán no es dulzón sino amargo.
   Como decía, iba cruzando el parque, hecho un santito. Las manos sumergidas en los bolsillos del perramus, y los ojos atentos.
   Y de pronto… (Aquí llegamos y por eso me retardo en llegar.) De pronto, en una alameda que corre de Este a Oeste, y llena de bancos en los que los focos revelaban frescas manchas de agua, vi parejas compuestas de seres humanos de distinto sexo, conversando (esto de conversar es una metáfora) muy liadas. ¿Se dan cuenta ustedes? No sólo no sentían el fresco ambiente, sino que eran hasta insensibles al agua sobre la cual estaban sentados.
   Yo me hacía cruces, y me decía: “No, no es posible… ¿Quién va a creer esto? No es posible”. Y como un ingenuo, acercaba mi nariz a los bancos, los miraba y los veía mojados, mojados a tal punto que, con perramus y todo, yo no me hubiera sentado allí. Y las parejas, como si tal cosa… cualquiera hubiera dicho que en vez de estar diciéndose ternezas sobre una dura madera mojada, reposaban en cojines de Persia rellenos de plumas de grulla rosada.
   Y no era una pareja… pareja que haber sido una, nos hubiera podido hacer exclamar: ¡Una golondrina no hace verano!
   No, no era una pareja. Eran muchas, pero muchas parejas, igualmente insensibles a la humedad e igualmente laboriosas en eso de demostrarse que se querían.
   Algunas permanecían en un silencio comatoso, otras, cuando yo me acercaba, se apresuraban a gesticular como si discutieran temas de vital interés. En fin, terminé de cruzar el parque, consternado y admirado, pues ignoraba que el amor, como un hidrófugo cualquiera, impermeabilizaba las ropas de los que se sentaban en bancos mojados.
   La otra noche, vuelvo a pasar por el Parque Rivadavia. Hecho un santito, con las manos sumergidas en el bolsillo del perramus y los ojos atentos. No llovía, pero había en cambio, una humedad de mil demonios, si mil demonios pueden ser húmedos. Tanta humedad, que la humedad se distinguía flotando en el aire bajo la forma de neblina. Eran las ocho de la noche, hora en que los ciudadanos virtuosos se dirigen a sus casas para embodegar un plato de sopa bien caliente. Y yo cruzaba el parque pensando que bien me había ganado un plato de sopa y otro de estofado, pues tenía frío y sentía debilidad. A diez metros de distancia apenas si se distinguía a un cristiano o a una cristiana. Tan espesa era la neblina. Y yo pensaba:
   «Héme aquí, en el lugar más adecuado para pescarme una bronconeumonía o, cuando menos, una pulmonía doble. No hablemos de gripe, porque de solo poner las narices por aquí uno se hace acreedor a ella».
   Iba entregado a estos pensamientos asépticos o bacilosos, cuando llegué a la alameda que corre de Este a Oeste. Esa, la misma, la de los bancos.
   ¿Querrán creerme ustedes?
   Desafiando las bronconeumonías, las pulmonías dobles y simples, las gripes, los resfríos, las pleuresías secas y húmedas, y cuanta peste pueda relacionarse con las vías respiratorias, innumerables parejas de niños y señoritas, jóvenes y caballeros, se arrullaban de dos en dos bajos las ramas de los árboles, que goteaban lagrimones diamantinos.
   Juro que sería criminal no confesar que se arrullaban tiernamente. No es necesario que la fuerza pública lo obligue a declarar a uno por la violencia. No. Se arrullaban tiernamente. En la neblina, bajo los árboles goteadores.
   «Ya ni en la paz de los sepulcros creo». No creo en los efectos de la lluvia, de la niebla, del viento, del frío ni del diablo. No creo en la paz ni en la soledad de nada.
   Siempre y siempre que me he dirigido a un sitio solitario y oscuro, a un paraje que desde afuera hacía pensar en la soledad del desierto, siempre he encontrado allí una muchedumbre. De manera que me inclino a creer que la única soledad posible es aquella que se produce en un agujero de tierra cuyo fondo dejaron un cajón… ni en esa se puede creer.
   De cualquier manera, he aprendido algo: que el que quiere soledad que la busque dentro de sí mismo; y que no importune a las parejas, que por tener la convicción de su amor, se quieren al aire libre y a la luz de una o varias lunas de arco voltaico.


Bibliografía:
- ARLT, Roberto. Amor en el Parque Rivadavia. En: Aguafuertes Porteñas. Hyspamerica, 1986.

lunes, 18 de agosto de 2014

Galeria Güemes

La Galería General Güemes es un edificio de estilo art nouveau que tiene un pasaje peatonal de 116 metros, el cual une las calles Florida y San Martín. También es conocida como Pasaje Güemes, y el edificio fue considerado el primer rascacielos construido en Buenos Aires, con 87 metros de altura. Se encuentra en pleno microcentro porteño, en la calle Florida 165, barrio de San Nicolás. 

Fue inaugurada el 15 de diciembre de 1915 y su nombre está dedicado al General Martín Miguel de Güemes, héroe de la Independencia Argentina. Los promotores de la obra fueron los salteños David Ovejero y Emilio San Miguel, dueños de una gran fortuna y propietarios de la casona que había en el terreno en 1830 sobre Florida. Fueron ellos quienes encargaron la realización de esta obra al arquitecto italiano Francesco Terencio Gianotti.

Cuenta con un mirador en el piso 14°, desde el cual se puede observar con una perspectiva de 360 grados toda la ciudad. Cuando se sube por el ascensor, se puede notar que no existe el piso 13°, como en la mayoría de los rascacielos norteamericanos.

Antiguamente había un teatro y un cabaret que funcionó durante mucho tiempo. Hoy en día sólo queda el teatro donde se desarrolla el espectáculo internacional Piazzolla Tango.

Cortázar y la galería.
Además de ser uno de los símbolos de la calle Florida, pasó a la historia literaria gracias al relato “El otro cielo” de Julio Cortázar. En su cuento, Cortázar imaginó unidas las Galerías Güemes y la parisina Vivienne. El protagonista da una particular versión de la galería. "Hacia el año veintiocho, el Pasaje Güemes era la caverna del tesoro en que deliciosamente se mezclaban la entre visión del pecado y las pastillas de menta, donde se voceaban las ediciones vespertinas con crímenes a toda página y ardían las luces de la sala del subsuelo donde pasaban inalcanzables películas realistas." "Mi novia, Irma, encuentra inexplicable que me guste vagar de noche por el centro o por los barrios del Sur, y si supiera de mi predilección por el Pasaje Güemes no dejaría de escandalizarse."

Arlt y la galería.
“La Babel de Yanquilandia transplantada a tierra criolla”, escribió Roberto Arlt, “con sus bares automáticos, sus zapatos amarillos, las victrolas ortofónicas, los letreros de siete colores y las girls dirigiéndose a los teatros con números de variedades que ocupan los sótanos y las alturas”.

Fotos:










miércoles, 6 de agosto de 2014

Caso Florencia Penacchi

Florencia Penacchi nació en la provincia de Neuquén el 21 de septiembre de 1980. Cuando tenía 18 años viajó a Buenos Aires en búsqueda de un sueño. Al llegar a la ciudad comenzó a estudiar Economía en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Compartía con su hermano Pedro un departamento en el barrio de Palermo, en la calle Güemes al 4700.

El 16 de marzo de 2005 organizó una cena en su casa con amigos y compañeros de trabajo. Cuando los invitados comenzaron a retirarse de su departamento, cerca de las dos de la mañana, acompañó a los últimos que quedaban hasta la parada del colectivo. "No debería tardarse demasiado tiempo" es lo que pensó su hermano. Pero inexplicablemente nunca regresó.
Esa es una de las versiones que se difundieron acerca de la desaparición de Florencia.

Otra versión indica que una vez que se retiraron todos los invitados, aproximadamente a las cuatro de la mañana Florencia llamó a un delivery para pedir que le llevaran cerveza. Cerca de las cinco, un joven llamó al portero eléctrico. Ella bajó a buscar el pedido pero en lugar de volver a subir, según el testimonio del cadete del delivery, salió caminando por la calle Güemes hacia Oro, y nadie volvió a verla.


Según Pablo, su hermana había salido "con lo puesto", esto es su celular y la riñonera con el monedero, por lo cual pensaba regresar a su casa en lo inmediato. Al notar que Florencia no volvía, buscó entre los objetos de ella para ver qué había y qué faltaba. Comprobó que no faltaba nada.

Declaraciones de una amiga revelaron que a la mañana siguiente Florencia se comunicó desde su celular con un compañero de trabajo y le pidió que buscara un expediente para que apenas llegara se pusiera a trabajar. Sin embargo más tarde llamó a su jefe y le dijo que no iba a asistir al trabajo porque se sentía mal y se iba a atender al hospital Fernández. Después de eso, no se supo más nada ella. Fue la última comunicación que tuvo.

Sus amigas afirman que Florencia era obsesiva del orden y precavida. Jamás podría haberse ido sin el DNI, sin tarjetas de crédito ni ropa para cambiarse.

Cuando desapareció tenía 24 años. Trabajaba en el IVC (Instituto de la Vivienda de la Ciudad). Su imagen recorrió todo el país, en noticieros, internet, periódicos, carteles en la calle, pero hasta el momento nadie pudo aportar información de relevancia para el esclarecimiento del caso.


El testimonio de una mujer que fue víctima recuperada de redes de trata, asegura haberla visto en un prostíbulo de la provincia de Córdoba. Cuando allanaron el lugar, ella ya no estaba.

Lamentablemente este caso fue perdiendo visibilidad en la agenda mediática. Más allá de eso, sus familiares y amigos siguen buscándola sin descanso. Además constantemente denuncian las irregularidades que se registraron en la causa durante todos estos años.

Sus amigas y un grupo de militante fundaron Sin Cautivas, una organización feminista de la provincia de Neuquén contra la trata de personas. Realizan marchas todos los años tanto en la Facultad de Ciencias Económicas como en Neuquén, frente al monumento de San Martín.

En 2010, Sin Cautivas descubrió que uno de los policías que intervino en la causa de Florencia fue separado de su cargo al ser denunciado por estar involucrado en redes de trata en Buenos Aires. La referencia es hacia Jorge Omar Cipolla quien era la autoridad máxima de la División antisecuestros de la Policía Federal.

La tierra no se traga a nadie. Lo más probable es que Florencia haya sido víctima de trata de personas. Hace nueve años que desapareció y dentro de algunas semanas cumplirá 34.
En algún sitio tiene que estar, lo importante es que su búsqueda continúe hasta alcanzar la verdad.

Enlaces externos: 

Facebook: https://es-es.facebook.com/pages/Estamos-buscando-a-Florencia-Penacchi/192159040857850

Sin Cautivas: http://sincautivas.blogspot.com.ar/


viernes, 25 de julio de 2014

El palacio de los bichos

Recorriendo las calles de Villa del Parque, un domingo de invierno donde el sol ilumina con unos ligeros rayos, me encontré con un edificio hermoso pero extraño a la vez. Me detuve a observarlo durante un largo rato y aproveché para tomar unas fotografías. Su arquitectura me indicaba que su construcción se habría dado entre los primeros años del 1900. Este edificio de cinco pisos, una especie de mansión, se encuentra ubicado en la calle Campana 3220, casi en la esquina de Tinogasta y a pocos metros de las vías del ferrocarril San Martín.
Al comenzar a investigar recolecté muchos datos e inclusive una leyenda que ronda en torno a esta residencia. Se lo conoce como “El palacio de los bichos” o también “El castillo de Villa del Parque” y es el orgullo del barrio. Recibió este nombre debido a que su fachada exterior estaba decorada con figuras semejantes a gárgolas y relieves de animales grotescos.


Es una edificación de cinco pisos con torre y cúpula, además de tener un lindo mirador y una terraza. La obra estuvo a cargo del ingeniero Alberto Muñoz González (español de Toledo). El proceso comenzó en el año 1895 y se terminó a fines del mes septiembre de 1899.


Historia y leyenda

La historia cuenta que Rafael Giordano, un comerciante de origen italiano, al llegar a la Argentina con su esposa Vittoria y su hija Lucía, se instalaron en un principio en el barrio de Monserrat, en la calle Cuyo (Sarmiento) entre Artes (Carlos Pellegrini) y Cerrito. Una vez establecidos en la ciudad, su hija se inscribió en la Facultad de Medicina de la calle Córdoba 2122, pero en el primer año abandonó la carrera médica e ingresó en un conservatorio de música para estudiar piano. Su entusiasmo era tal que en poco tiempo consiguió importantes avances, superando a sus más destacados compañeros ante la admiración de todos. Allí conoció a Ángel Lemos, un joven que estudiaba violín y que para la época en que conoció a Lucía ya poseía el título de farmacéutico. Ángel había nacido en Buenos Aires en 1886. Se enamoraron casi de inmediato y al poco tiempo formalizaron el noviazgo, definiendo luego la fecha de casamiento. Corría el año 1909. Ella tenía 20 años y él 23. Durante el tiempo de amorío, ambos intercambiaron cartas de amor, como se estilaba en la época.

Giordano, que en un corto tiempo logró alcanzar una cierta fortuna, le encargó la construcción de un palacio a Muñoz González. El lugar elegido fue la zona de Villa del Parque, zona de Buenos Aires que por aquel entonces era un lugar repleto de quintas. La idea era que el palacio fuera un obsequio de bodas para su única hija.
Lucía y Ángel se casaron el 1 de abril de 1911 y cientos de invitados disfrutaron de la fiesta que se hizo en la mansión, la cual fue considerada una de las más importantes de la época. La ceremonia de casamiento se celebró en la parroquia de San José de Flores, ubicada en Rivadavia y Pedernera. Durante la fiesta en el palacio todo fue algarabía y felicidad. Una vez terminada, el reciente matrimonio se dispuso partir hacia la luna de miel. El vehículo que debía trasladarlos estaba estacionado y esperando del otro lado de las vías del tren, cerca de lo que hoy es la calle Ricardo Gutiérrez. Según se conjetura, el vehículo se encontraba allí debido al agua y el barro acumulados en la calle producto de las lluvias recientes.

Al ser una zona descampada y poco urbanizada, durante la noche por los alrededores del castillo se extendía una total oscuridad. Además de que casi todas las calles eran de tierra. Sólo algunas arterias tenían adoquín pero sin iluminación propia. Por tal motivo, transitar por aquellos lares era una tarea compleja.

El castillo totalmente iluminado daba una visión muy particular a esa zona del barrio. Desde lejos aparecía como una resplandeciente figura, bella e impactante en medio de la noche.

Transcurrían las primeras horas del día domingo 2 de abril de 1911. Los novios se despidieron y se retiraron del Castillo. Caminando fueron hacia el lugar donde los esperaba el vehículo, cruzando sobre los rieles del ferrocarril en medio de la noche. Desde las puertas del castillo se pudo observar a los amantes realizando el trayecto. Fue la última imagen que se tuvo de Lucía y Ángel.

Un tren de carga que se desplazaba rumbo a la estación terminal de Retiro los embistió a toda velocidad. En ningún momento advirtieron la aparición de la locomotora que se les vino encima. Murieron instantáneamente, a la vista de amigos y familiares.

Desde ese día la mansión quedó abandonada por mucho tiempo. El matrimonio de Rafael Giordano y Vittoria d'Olivi partió hacia Europa dos años después de la tragedia de su hija, el día 7 de octubre de 1913. Retornaron a su Italia natal y nunca más volvieron.

Con el tiempo, comenzaron a circular historias que indicaban que, en ciertas ocasiones, las habitaciones se iluminaban solas, se oía música y se veían sombras espectrales bailando al compás; también afirmaban que los infortunados novios solían frecuentar el lugar de su fatídico final. De allí que también se lo conoce como "El castillo de los novios errantes".



Hoy luego de varias reformas y arreglos, el palacio cambió en gran medida su primitivo diseño. Le sacaron todas sus molduras y figuras medievales. De lo que alguna vez fue, sólo queda su estructura reformada con estilos contemporáneos.

Años más tarde funcionó como un simple edificio de departamentos. Lo último que inauguraron en el lugar fue un spa, como se puede ver en las fotos. Según se comenta, nada funcionó adecuadamente en ese sitio en ninguna época. Una situación rara que nunca tuvo una explicación coherente y creíble.

Más allá de la leyenda que circula sobre espectros que rondan por el lugar, lo cierto es que hubo quienes aprovecharon la situación y difundieron estos dichos sin haber visto ni escuchado nunca nada.

miércoles, 16 de julio de 2014

Darío Coronel "El guacho Cabañas"

Esta es la crónica de dos realidades tan similares como distantes a la vez. Se trata de dos chicos que iniciaron sus vidas juntos, pero por caprichos del destino o vaya a saber por qué, sus caminos se alejaron y nunca más volvieron a juntarse.


Uno de ellos fue goleador en la última temporada del calcio italiano, y sin embargo no estuvo presente en ningún partido del último ciclo de la selección Argentina. El otro nunca llegó a jugar en primera, pero quienes lo conocieron y lo vieron manejar la pelota aseguran que sin duda habría sido titular indiscutido de la selección.

La historia comienza en el barrio Ejército de los Andes, conocido popularmente como Fuerte Apache.
Estos personajes nacieron el mismo año, se criaron juntos en el barrio y fueron a la misma escuela. Siendo niños comenzaron a jugar para All Boys, formando uno de los mejores equipos de la historia del baby fútbol. Ambos eran goleadores, uno llevaba la 9 y el otro la 10. Se peleaban, se puteaban y competían entre ellos para ser el que más convertía, pero el número 10 siempre ganaba. Sin embargo fuera de la cancha eran los mejores amigos.

Quien usaba la 9 en su espalda es Carlos Martínez. Años más tarde se convertiría en Carlos Tevez, apellido que se cambió para poder pasar “libre” de All Boys a Boca Junior.
El 10 era Darío Coronel, y le decían "el guacho Cabañas" por su gran parecido físico al ex delantero de Boca, Roberto Cabañas.

Jugaron en baby fútbol además de All Boys, en Santa Clara y Villa Real en la categoría 84.
Cuando tenían once años fueron juntos a probarse al club Velez Sarfield, Cabañas quedó, Tevez no. Se notaba que uno que poseía mucho más talento y habilidad que el otro. Allí Cabañas comenzó a jugar de volante por la derecha. El pibe la rompía en cada partido. Pero el sueño no duró mucho. Quedó libre en la octava, a los quince años.

Tevez pasaría a jugar en Boca y dedicaba muchísimo esfuerzo en cada entrenamiento. Cabañas en cambio faltaba a las prácticas, los directivos de Velez iban a buscarlo al barrio pero él se escondía. Lo bancaron hasta donde pudieron. Hasta que un día se fue antes del entrenamiento llevándose consigo algunos bolsos de sus compañeros. Después no quiso volver más.


Cuando Cabañas tenía doce años, su mamá se mudó a Paraguay con sus hermanos. Él se quedó solo con su padrastro. Se quedó sin contención familiar y al poco tiempo abandonó la escuela. A los trece años comenzó a robar cargando encima un fierro. Se volvió malo y resentido. Le tomó el gusto al robo y de esa manera dejó el fútbol. Empezó a drogarse a los quince aspirando pegamento y fue así como su vida fue declinando para siempre.

Los caminos de ambos se bifurcaron. Tevez corría en una cancha tras una pelota; el guacho Cabañas corría por las calles para no ser atrapado.

En un tiroteo Cabañas mató a un policía de la Bonaerense. Desde ese día quedó marcado y su final no tardaría en llegar. Como se dice en la jerga, era carta blanca. Y el que es carta blanca sabe que si se cruza con la policía no hay detención, es él o son ellos. Alguno termina muerto.

Una noche salió a robar un bingo con los Backstreetboys, banda en la que formaba parte. La policía comenzó a perseguirlos, y reconocieron al guacho. En la huida ayudó a sus compañeros a trepar la pared de una casa, y quedó solo. Los ratis se acercaron y no le dejaron escapatoria. “Antes de que me mate la policía, prefiero matarme yo” era lo que siempre decía. No lo pensó dos veces, agarró el arma que llevaba consigo, la apoyó en su cabeza y sin titubear apretó el gatillo.

Fue en 2001 en una esquina de Ciudadela. El pibe que se mató tenía 17 años.
Tevez había sido convocado para jugar en el Sub-17, estaba concentrado en un hotel de cinco estrellas y fue allí donde se enteró de la noticia. Desde ese momento se dice que cuando hace un gol y señala al cielo, se lo dedica a su viejo amigo Cabañas.

Un verdadero crack que se perdió el mundo del fútbol.

En la foto Tevez aparece arriba al medio. Cabañas está a la derecha con buzo rojo.


Fuentes:
- Julio Leiva. Informe: Cheque en blanco. Vorterix.

Enlaces externos: 
https://www.youtube.com/watch?v=Toftdmeq6aU

viernes, 6 de junio de 2014

El loco Prieto

Era de noche. Todos los reclusos del penal de Villa Devoto estaban en sus celdas. De repente Prieto fue acorralado por varios presos que lo retuvieron con fuerza y lo golpearon. Acto seguido fue empapado con kerosene y encerrado en su propia celda. Otro preso se acercó y dejó caer un fósforo encendido. Esa noche los gritos y las corridas invadieron todo el lugar. La víctima no murió en ese momento, sufrió varios días hasta que dejó de respirar en una gélida habitación del Hospital del Quemado. Fue un 25 de enero de 1965.

Esos fueron los últimos días de Miguel Alberto Prieto, un personaje que murió como vivió pues llevaba la violencia en sus venas.



Nació el 14 de enero de 1929 en la Ciudad de Buenos Aires. A los once años ya había cometido su primer delito. Además de asaltos también perpetró muchísimos crímenes. No se sabe concretamente la cantidad de gente que mató, pero llegaron a culparlo de unos ochenta crímenes en su larga vida de delincuencia.

Quien lo inició en el mundo del delito fue su hermano mayor, Domingo Cipriano Prieto. Lo hizo ingresar en una banda que se mantuvo en vigencia durante fines de los '50 y principios de los '60. Tiempo después comenzó a robar también a otros delincuentes, lo que se conoce en la jerga como "mejicaneada".

Era sabido que este hombre, que fue líder de una banda de atracadores que robaban botines opulentos, había sido además la cara visible de una organización mafiosa mucho mayor, donde había policías, políticos y funcionarios judiciales. De alguna manera "trabajaba" para ellos, y lo que hacía era compartir los botines a cambio de protección.

El robo que lo llevó a las tapas de todos los diarios de la época ocurrió el 16 de mayo de 1961. “El loco” participó en el asalto a la droguería La Continental, en Buenos Aires. Los ladrones ingresaron a la droguería, redujeron fácilmente a los empleados y clientes y se hicieron del dinero de la caja. Sin necesidad y a sangre fría, Prieto disparó su revólver y dio muerte al joven empleado Miguel Jeystz que cumplía su segundo día de trabajo como vendedor. 

Al ser interrogado sobre la muerte del empleado de la droguería, su versión habría sido sumamente irónica:
-Imagínense, la pistola es celosa. El empleado se movió y yo creí que se me venía encima. Apenas oprimí el gatillo... Yo no tengo la culpa de nada.
Por este asalto fue detenido y trasladado a la cárcel de Devoto. Allí empezó a dar muestras de trastornos mentales – de ahí viene el mote de Loco, que le quedó para siempre-. Fue sometido a un tratamiento psiquiátrico y fue derivado de Devoto al Instituto de Neuropsiquiatría (actualmente el Hospital Ramón Carrillo). De allí le resultó sencillo escapar en agosto del mismo año. Y siguió haciendo de las suyas.

Nuevamente fue capturado en 1963. El loco Prieto no sólo era peligroso por los asaltos y crímenes que cometía, sino que además sabía demasiados secretos de las bandas vinculadas con policías corruptos y podía enviar a la cárcel a muchos de ellos. De hecho, en varias oportunidades amenazó con hablar. Dicen que eso le costó la vida.




Después fue llevado a la Brigada de San Martín y al poco tiempo a la ciudad de La Plata. Allí fue indagado por el juez Garganta, quien lo envió primero a la cárcel de Olmos para luego ser finalmente trasladado a la cárcel de Villa Devoto, donde terminó su carrera.

Todos sospechaban que en cualquier momento “El loco” rompería el silencio y batiría los nombres de todos los que estaban involucrados en aquellos violentos y millonarios asaltos.
Pero nunca llegó a hablar porque no le dieron tiempo. Apareció quemado en su celda. Tenía 37 años. Lo mataron para que guardara silencio y al parecer, el secreto se lo llevó a la tumba.

Esa fue la vida de uno de los criminales más temidos en el mundo del hampa de la Argentina.

jueves, 29 de mayo de 2014

La masacre de Flores

En el año 1994 en una vivienda ubicada en la calle Baldomero Fernández Moreno ocurrió un hecho conocido como “La masacre de Flores”. La vivienda fue prendida fuego con todos sus integrantes en el interior de la misma y como consecuencia murieron cinco personas.



El responsable de este hecho es un español llamado Fructuoso Alvarez González. La madrugada del 17 de febrero se acercó a la casa de la familia Bagnato con un bidón lleno de combustible. Inició el fuego en diferentes puntos como así también en el frente de la vivienda, dejando sin escapatoria a los que se encontraban adentro. Y luego se escapó en un auto.

En el incendio murieron cinco personas: José Bagnato (42 años); Alicia Plaza de Bagnato (40), su esposa; Fernando (14) y Alejandro (9), sus hijos y Nicolás Borda (11), un amigo de los chicos que se había quedado a dormir la noche anterior. El único sobreviviente fue el hijo mayor de la familia, Matías Bagnato de 16 años en ese tiempo.




Quedaron todos atrapados puesto que había fuego por doquier. Matías cuenta que en ese momento se despertó con sensación de ahogo y en medio de las llamas se tiró por la ventana de su habitación. Fue el único que pudo escapar.

 
El testigo fue un vecino que estaba en la vereda fumando un cigarrillo y vio a Fructuoso cuando se iba en el auto.

 
Si nos alejamos por un momento de la crónica policial, podemos decir que la casa ubicada en Baldomero Fernández Moreno 1906 se encuentra en el barrio de Parque Chacabuco, sin embargo la tragedia se conoce como “Masacre de Flores”. De todas maneras es un dato superfluo que aporta poco y nada. Por lo cual, continuemos con el relato de lo sucedido.


Fructuoso Alvarez González provocó el incendio porque, según él, la familia Bagnato se había negado a devolverle alrededor de 200 mil pesos que le debían.

 
Este personaje nació en Asturias en 1960. Un año después se trasladó a la Argentina con toda su familia. En la época que cometió el crimen era dueño de agencias de autos. Con José Bagnato eran socios de una fábrica de zapatos y había un vínculo familiar ya que era pareja de una prima de Alicia Plaza. Según se dice, también tenía un prostíbulo llamado Casandra. Vemos que se manejaba en diferentes y amplios rubros.

 
Antes del asesinato, el asturiano le reclama el dinero a la madre de Alicia, que es contadora, e intentó hacerle firmar un poder para quedarse con la fábrica. Al no lograrlo, la agredió, le pegó y abusó de ella. Por ese motivo la madre de Alicia radicó una denuncia en la policía. A partir de allí comenzó a amenazar a toda la familia. Y como no consiguió que retirasen la acusación ni tampoco cobrar la deuda de los 200 mil pesos, cegado de odio decidió vengarse.

 
Fue condenado a cadena perpetua en noviembre de 1995. En 2004 logró un beneficio de un acuerdo de intercambio de presos y fue extraditado a España para completar la pena allí, pero en 2008, por un error judicial, lo liberaron.



Álvarez González pudo quedar libre falsificando la información proporcionada a los jueces españoles. Y es que en la documentación presentada se indicaba que estaba preso desde 1991 en lugar de 1994, su ingreso real en la cárcel. En 2008 regresó a la Argentina con documentos falsos y vivía como un habitante común. Además, cada tres meses viajaba a Uruguay y volvía a entrar en Argentina para obtener un nuevo visado de turista.
 
Desde entonces, Matías Bagnato volvió a ser víctima de amenazas y todo tipo de intimidaciones por parte del hombre que mató a su familia. Cuando se dio cuenta que el asturiano había quedado libre por un error judicial, radicó la denuncia. Fue entonces cuando la policía comenzó una nueva investigación.


 
Un año y medio después de que volvieran las amenazas sobre Matías, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) allanó una casa en Tortuguitas donde tenían el dato que se escondía Fructuoso Álvarez González. Lo encontraron oculto en un falso techo. El lugar estaba perfectamente acondicionado para pasar desapercibido y subsistir a los allanamientos. Lo detuvieron y lo llevaron a la Unidad 28 del Servicio Penitenciario Federal.



El asesino múltiple de "la masacre de Flores" volvió a la cárcel pero aún espera que la justicia defina cómo terminará de cumplir la pena.




La realidad es que tendría que haber estado preso en España al menos durante 25 años, la pena mínima para los condenados a cadena perpetua.

Dato curioso:
Matías Bagnato en 2002 participó del programa “Gran Hermano” en la versión argentina donde fue finalista.