martes, 26 de agosto de 2014

Año Cortázar 2014


A 100 años del nacimiento de Julio Cortázar.
Para conmemorar el centenario de su nacimiento, se organizó el Año Cortázar 2014: Cien años con Julio. Se trata de una serie de actividades en homenaje al escritor. Estas jornadas son una iniciativa conjunta del Ministerio de Cultura de la Nación, la Televisión Pública, la Biblioteca Nacional, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo del Libro y de la Lengua, el Palais de Glace y la Casa Nacional del Bicentenario.

Museo Nacional de Bellas Artes.
Exposiciones: Los otros cielos y Los fotógrafos: ventanas a Julio Cortázar
   Comenzó: 26 de agosto de 2014
   Finaliza: 28 de septiembre de 2014
Dirección: Av. Del Libertador 1473 | C.A.B.A.
Link: http://mnba.gob.ar/exhibiciones/los-otros-cielos

Biblioteca Nacional.
Jornadas Internacionales: “Lecturas y relecturas de Julio Cortázar”
   25, 26 y 27 de agosto. Auditorio Jorge Luis Borges
Dirección: Agüero 2502
Link: http://www.bn.gov.ar/evento/jornadas-internacionales-lecturas-y-relecturas-de-julio-cortazar

Palais de Glace.
Exposición: RompeCortázar / Relatos para armar
   Comenzó: 26 de agosto de 2014
   Finaliza: 21 de septiembre de 2014
Dirección: Posadas 1725
Link: http://www.palaisdeglace.gob.ar/

Casa Nacional del Bicentenario.
Exposición: JULIO CORTAZAR 1914-2014
   Comenzó: 22 de agosto de 2014
   Finaliza: 28 de septiembre de 2014
Dirección: Riobamba 985
Link: http://www.casadelbicentenario.gob.ar/25536/agenda-y-noticias/noticias/otros-julio-cortazar-1914-2014

Museo del Libro y de la Lengua.
Exposición: Rayuela. Una muestra para armar
   Comenzó: 12 de junio de 2014
   Finaliza: 31 de octubre de 2014
Dirección: Av. Las Heras 2555
Link: http://www.cultura.gob.ar/agenda/rayuela-una-muestra-para-armar/

Más información: http://www.cultura.gob.ar/ano-cortazar-2014-cien-anos-con-julio/

jueves, 21 de agosto de 2014

El Parque Rivadavia según Arlt


Durante los años ’30 Roberto Arlt trabajaba como periodista y escribía crónicas para el diario “El Mundo”. Allí publicaba periódicamente artículos literarios, los cuales formaron parte de la sección denominada “Aguafuertes Porteñas”. Se describían personajes de la vida cotidiana y temas simples, pero contados con mucha ironía, inteligencia y humor, donde cualquier ciudadano podía reconocerse dentro de estos relatos. Uno de ellos lleva el nombre de "Amor en el Parque Rivadavia", donde Arlt relata un suceso acaecido una noche mientras cruzaba por el Parque, volviendo a su casa a cenar.

Aquí va el artículo:

Amor en el Parque Rivadavia

   Si me lo cuentan no lo creo. En serio, no hubiera creído. Si yo no fuera Roberto Arlt, y leyera esta nota, tampoco creería. Y sin embargo, es cierto.
   ¿Cómo empezaré? Diciendo que la otra tarde, “una hermosa tarde”… Pero eso sería inexacto porque “una hermosa tarde” no puede ser aquella en que ha llovido. Tampoco era de tarde, sino de noche, bien anochecido, las ocho.
   Como contaba, había llovido. Llovió un rato, lo suficiente para lavar los bancos, humedecer la tierra y dejar los caminos de las plazas en estado pastoso.
   Más aún: llovió de tal manera que si usted si fijaba en los bancos de las plazas, comprobaba que conservaban frescas manchas de agua. No había banco que no estuviera mojado.
   Eran las ocho de la noche y yo cruzaba el Parque Rivadavia. No iba triste ni alegre, sino tranquilo y sereno como un ciudadano virtuoso. Alguna que otra pareja se cruzaba en mi camino y yo aspiraba el olor a los eucaliptos que flotaba en el aire embalsamándolo dulcemente, o mejor dicho acremente, pues el olor de los eucaliptos deriva del alquitrán que contienen, y el olor del alquitrán no es dulzón sino amargo.
   Como decía, iba cruzando el parque, hecho un santito. Las manos sumergidas en los bolsillos del perramus, y los ojos atentos.
   Y de pronto… (Aquí llegamos y por eso me retardo en llegar.) De pronto, en una alameda que corre de Este a Oeste, y llena de bancos en los que los focos revelaban frescas manchas de agua, vi parejas compuestas de seres humanos de distinto sexo, conversando (esto de conversar es una metáfora) muy liadas. ¿Se dan cuenta ustedes? No sólo no sentían el fresco ambiente, sino que eran hasta insensibles al agua sobre la cual estaban sentados.
   Yo me hacía cruces, y me decía: “No, no es posible… ¿Quién va a creer esto? No es posible”. Y como un ingenuo, acercaba mi nariz a los bancos, los miraba y los veía mojados, mojados a tal punto que, con perramus y todo, yo no me hubiera sentado allí. Y las parejas, como si tal cosa… cualquiera hubiera dicho que en vez de estar diciéndose ternezas sobre una dura madera mojada, reposaban en cojines de Persia rellenos de plumas de grulla rosada.
   Y no era una pareja… pareja que haber sido una, nos hubiera podido hacer exclamar: ¡Una golondrina no hace verano!
   No, no era una pareja. Eran muchas, pero muchas parejas, igualmente insensibles a la humedad e igualmente laboriosas en eso de demostrarse que se querían.
   Algunas permanecían en un silencio comatoso, otras, cuando yo me acercaba, se apresuraban a gesticular como si discutieran temas de vital interés. En fin, terminé de cruzar el parque, consternado y admirado, pues ignoraba que el amor, como un hidrófugo cualquiera, impermeabilizaba las ropas de los que se sentaban en bancos mojados.
   La otra noche, vuelvo a pasar por el Parque Rivadavia. Hecho un santito, con las manos sumergidas en el bolsillo del perramus y los ojos atentos. No llovía, pero había en cambio, una humedad de mil demonios, si mil demonios pueden ser húmedos. Tanta humedad, que la humedad se distinguía flotando en el aire bajo la forma de neblina. Eran las ocho de la noche, hora en que los ciudadanos virtuosos se dirigen a sus casas para embodegar un plato de sopa bien caliente. Y yo cruzaba el parque pensando que bien me había ganado un plato de sopa y otro de estofado, pues tenía frío y sentía debilidad. A diez metros de distancia apenas si se distinguía a un cristiano o a una cristiana. Tan espesa era la neblina. Y yo pensaba:
   «Héme aquí, en el lugar más adecuado para pescarme una bronconeumonía o, cuando menos, una pulmonía doble. No hablemos de gripe, porque de solo poner las narices por aquí uno se hace acreedor a ella».
   Iba entregado a estos pensamientos asépticos o bacilosos, cuando llegué a la alameda que corre de Este a Oeste. Esa, la misma, la de los bancos.
   ¿Querrán creerme ustedes?
   Desafiando las bronconeumonías, las pulmonías dobles y simples, las gripes, los resfríos, las pleuresías secas y húmedas, y cuanta peste pueda relacionarse con las vías respiratorias, innumerables parejas de niños y señoritas, jóvenes y caballeros, se arrullaban de dos en dos bajos las ramas de los árboles, que goteaban lagrimones diamantinos.
   Juro que sería criminal no confesar que se arrullaban tiernamente. No es necesario que la fuerza pública lo obligue a declarar a uno por la violencia. No. Se arrullaban tiernamente. En la neblina, bajo los árboles goteadores.
   «Ya ni en la paz de los sepulcros creo». No creo en los efectos de la lluvia, de la niebla, del viento, del frío ni del diablo. No creo en la paz ni en la soledad de nada.
   Siempre y siempre que me he dirigido a un sitio solitario y oscuro, a un paraje que desde afuera hacía pensar en la soledad del desierto, siempre he encontrado allí una muchedumbre. De manera que me inclino a creer que la única soledad posible es aquella que se produce en un agujero de tierra cuyo fondo dejaron un cajón… ni en esa se puede creer.
   De cualquier manera, he aprendido algo: que el que quiere soledad que la busque dentro de sí mismo; y que no importune a las parejas, que por tener la convicción de su amor, se quieren al aire libre y a la luz de una o varias lunas de arco voltaico.


Bibliografía:
- ARLT, Roberto. Amor en el Parque Rivadavia. En: Aguafuertes Porteñas. Hyspamerica, 1986.

lunes, 18 de agosto de 2014

Galeria Güemes

La Galería General Güemes es un edificio de estilo art nouveau que tiene un pasaje peatonal de 116 metros, el cual une las calles Florida y San Martín. También es conocida como Pasaje Güemes, y el edificio fue considerado el primer rascacielos construido en Buenos Aires, con 87 metros de altura. Se encuentra en pleno microcentro porteño, en la calle Florida 165, barrio de San Nicolás. 

Fue inaugurada el 15 de diciembre de 1915 y su nombre está dedicado al General Martín Miguel de Güemes, héroe de la Independencia Argentina. Los promotores de la obra fueron los salteños David Ovejero y Emilio San Miguel, dueños de una gran fortuna y propietarios de la casona que había en el terreno en 1830 sobre Florida. Fueron ellos quienes encargaron la realización de esta obra al arquitecto italiano Francesco Terencio Gianotti.

Cuenta con un mirador en el piso 14°, desde el cual se puede observar con una perspectiva de 360 grados toda la ciudad. Cuando se sube por el ascensor, se puede notar que no existe el piso 13°, como en la mayoría de los rascacielos norteamericanos.

Antiguamente había un teatro y un cabaret que funcionó durante mucho tiempo. Hoy en día sólo queda el teatro donde se desarrolla el espectáculo internacional Piazzolla Tango.

Cortázar y la galería.
Además de ser uno de los símbolos de la calle Florida, pasó a la historia literaria gracias al relato “El otro cielo” de Julio Cortázar. En su cuento, Cortázar imaginó unidas las Galerías Güemes y la parisina Vivienne. El protagonista da una particular versión de la galería. "Hacia el año veintiocho, el Pasaje Güemes era la caverna del tesoro en que deliciosamente se mezclaban la entre visión del pecado y las pastillas de menta, donde se voceaban las ediciones vespertinas con crímenes a toda página y ardían las luces de la sala del subsuelo donde pasaban inalcanzables películas realistas." "Mi novia, Irma, encuentra inexplicable que me guste vagar de noche por el centro o por los barrios del Sur, y si supiera de mi predilección por el Pasaje Güemes no dejaría de escandalizarse."

Arlt y la galería.
“La Babel de Yanquilandia transplantada a tierra criolla”, escribió Roberto Arlt, “con sus bares automáticos, sus zapatos amarillos, las victrolas ortofónicas, los letreros de siete colores y las girls dirigiéndose a los teatros con números de variedades que ocupan los sótanos y las alturas”.

Fotos:










miércoles, 6 de agosto de 2014

Caso Florencia Penacchi

Florencia Penacchi nació en la provincia de Neuquén el 21 de septiembre de 1980. Cuando tenía 18 años viajó a Buenos Aires en búsqueda de un sueño. Al llegar a la ciudad comenzó a estudiar Economía en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Compartía con su hermano Pedro un departamento en el barrio de Palermo, en la calle Güemes al 4700.

El 16 de marzo de 2005 organizó una cena en su casa con amigos y compañeros de trabajo. Cuando los invitados comenzaron a retirarse de su departamento, cerca de las dos de la mañana, acompañó a los últimos que quedaban hasta la parada del colectivo. "No debería tardarse demasiado tiempo" es lo que pensó su hermano. Pero inexplicablemente nunca regresó.
Esa es una de las versiones que se difundieron acerca de la desaparición de Florencia.

Otra versión indica que una vez que se retiraron todos los invitados, aproximadamente a las cuatro de la mañana Florencia llamó a un delivery para pedir que le llevaran cerveza. Cerca de las cinco, un joven llamó al portero eléctrico. Ella bajó a buscar el pedido pero en lugar de volver a subir, según el testimonio del cadete del delivery, salió caminando por la calle Güemes hacia Oro, y nadie volvió a verla.


Según Pablo, su hermana había salido "con lo puesto", esto es su celular y la riñonera con el monedero, por lo cual pensaba regresar a su casa en lo inmediato. Al notar que Florencia no volvía, buscó entre los objetos de ella para ver qué había y qué faltaba. Comprobó que no faltaba nada.

Declaraciones de una amiga revelaron que a la mañana siguiente Florencia se comunicó desde su celular con un compañero de trabajo y le pidió que buscara un expediente para que apenas llegara se pusiera a trabajar. Sin embargo más tarde llamó a su jefe y le dijo que no iba a asistir al trabajo porque se sentía mal y se iba a atender al hospital Fernández. Después de eso, no se supo más nada ella. Fue la última comunicación que tuvo.

Sus amigas afirman que Florencia era obsesiva del orden y precavida. Jamás podría haberse ido sin el DNI, sin tarjetas de crédito ni ropa para cambiarse.

Cuando desapareció tenía 24 años. Trabajaba en el IVC (Instituto de la Vivienda de la Ciudad). Su imagen recorrió todo el país, en noticieros, internet, periódicos, carteles en la calle, pero hasta el momento nadie pudo aportar información de relevancia para el esclarecimiento del caso.


El testimonio de una mujer que fue víctima recuperada de redes de trata, asegura haberla visto en un prostíbulo de la provincia de Córdoba. Cuando allanaron el lugar, ella ya no estaba.

Lamentablemente este caso fue perdiendo visibilidad en la agenda mediática. Más allá de eso, sus familiares y amigos siguen buscándola sin descanso. Además constantemente denuncian las irregularidades que se registraron en la causa durante todos estos años.

Sus amigas y un grupo de militante fundaron Sin Cautivas, una organización feminista de la provincia de Neuquén contra la trata de personas. Realizan marchas todos los años tanto en la Facultad de Ciencias Económicas como en Neuquén, frente al monumento de San Martín.

En 2010, Sin Cautivas descubrió que uno de los policías que intervino en la causa de Florencia fue separado de su cargo al ser denunciado por estar involucrado en redes de trata en Buenos Aires. La referencia es hacia Jorge Omar Cipolla quien era la autoridad máxima de la División antisecuestros de la Policía Federal.

La tierra no se traga a nadie. Lo más probable es que Florencia haya sido víctima de trata de personas. Hace nueve años que desapareció y dentro de algunas semanas cumplirá 34.
En algún sitio tiene que estar, lo importante es que su búsqueda continúe hasta alcanzar la verdad.

Enlaces externos: 

Facebook: https://es-es.facebook.com/pages/Estamos-buscando-a-Florencia-Penacchi/192159040857850

Sin Cautivas: http://sincautivas.blogspot.com.ar/